El deporte escolar, oportunidad para promocionar un
deporte igualitario
El camino hacia la igualdad efectiva entre hombres y
mujeres empieza en la escuela.
El
programa electoral del PSPV-PSOE para las elecciones autonómicas de mayo de
2015, establecía en su parte introductoria, relativa a los principios generales
y ejes estratégico, que invertir en el deporte y la actividad física
supone invertir en salud, educación,
integración, igualdad, identidad.
Uno
de los principios que debe regir en cualquier política deportiva que se
implemente es el principio de igualdad: un deporte para todas y todos, sin exclusiones,
integrador, que limite las diferencias…
El
deporte debe ser otro de los ámbitos en el que todos y todas puedan desarrollar
su potencial en igualdad de condiciones. Para ello debemos reconocer los
esfuerzos y logros que están consiguiendo las mujeres y poner las bases para
que el género no suponga ningún tipo de discriminación a la hora del acceso a
la práctica deportiva.
El
deporte escolar es una actividad social en la que participan menores de edad,
escolares que actúan en un espacio no formal (o segundo tiempo educativo). Con
el cambio de paradigma que refleja el actual ordenamiento en materia de
educación y protección de menores, la
población menor de edad tiene derecho
a la educación, es decir: a estar protegida en su proceso de formación,
desarrollo como ser humano, adquisición de autonomía personal, integración
social e igualdad de oportunidades. Dicha protección no solo alcanza a
su tiempo escolar, lectivo, sino que se extiende fuera de la escuela, hasta el
espacio no formal.
El
derecho educativo abarca, de esta
manera, a todas las actividades, servicios, productos, etc., destinados a esta
población. El deporte escolar forma parte del llamado “sistema de formación
permanente” y se ha convertido en una herramienta de gran valor para la
educación. Su carácter vivencial, experimental, emocional, supone un plus de
intensidad que refuerza los aprendizajes. Y es por ello que los poderes
públicos han considerado esta actividad como un bien social susceptible de
salvaguarda y la han incorporado como línea de actuación y fomento al
ordenamiento jurídico actual.
Por
otro lado, el derecho a la igualdad se
asocia al derecho educativo. Se
convierte en una finalidad del Sistema educativo que promueve una escuela
coeducativa, dónde no solo comparten espacio chicos y chicas, sino que además,
comparten objetivos, contenidos y estrategias de intervención pedagógicas con
objeto de promover un desarrollo personal libre de estereotipos y
desigualdades. El principio de acción
integral que caracteriza nuestro
ordenamiento jurídico extiende el derecho a la igualdad más allá de la escuela
y promueve el carácter educativo de las actividades que realiza la población
escolar, también en el deporte escolar.
Este
deporte acoge varias manifestaciones o formas de realización deportivas
(recreación, aprendizaje/utilitaria y de competición o rendimiento). En la manifestación competitiva del deporte es donde encontramos el mayor riesgo de pérdida
de valores educativos que, como se ha visto, deben proteger a los/as menores en
el deporte. Un riesgo que proviene de esa herencia cultural androcéntrica,
del deporte de competición que se fraguó en una sociedad industrial, machista,
que relegó a la mujer a un segundo plano. Un deporte de competición tradicional
que ensalza los atributos masculinos (virilidad, fuerza, violencia, agresividad…),
que ha creado prejuicios, estereotipos sociales y que ha estigmatizado a la
mujer.
Sin
embargo el deporte de competición no es malo o bueno por sí mismo, no implica
valores positivos ni negativos. Para que se convierta en una actividad educativa y proteja a las personas que lo practican, debe ordenarse a través
de unas condiciones socioeducativas, así como estar dotado con suficientes
recursos, entre los que destacan: los docentes (entrenadores
cualificados) y la planificación (educativa) de las actividades. Si se
controlan las condiciones y recursos (desde la perspectiva de la coeducación,
el espíritu deportivo, la ética del deporte) los riesgos pueden convertirse en
oportunidades educativas.
Han
de superarse los prejuicios, demostrar que las chicas pueden participar junto a los chicos en el deporte de
competición escolar. Sus actuales
diferencias parten de una historia vivida, una herencia envenenada que ha
adormecido y excluido a la mujer. Pero ese camino que se inició, no hace mucho,
que conduce utópicamente a una sociedad plenamente igualitaria, muestra un
horizonte en el que las chicas empiezan a despertar e incluso superar a los
chicos en muchos casos.
Nos
encontramos en un momento histórico en el que ya no se entiende la separación de sexos
en el deporte escolar. Un deporte que parte de la escuela, donde hace mucho
conviven chicos y chicas, también en la Educación Física. Un deporte que no
busca el rendimiento inmediato, sino la formación y que, lamentablemente, se ha
impregnado de esa herencia cultural del deporte de competición sexista de la
cual es necesario salir para volver a su origen educativo.
El
proceso de cambio tiene que ser impulsado por las instituciones, que tienen la responsabilidad y la potestad de
gestionar y ordenar la actividad. Pero dicho proceso no puede germinar si no
intervienen los demás agentes que participan en él: las entidades
deportivas, centros escolares, entrenadores, familias… Y principalmente, el/la
propio/a participante., que con su decisión individual rompe con los
estereotipos impuestos, algo que ya está sucediendo.
En
estos momentos, se acepta con bastante naturalidad la participación conjunta de
niños y niñas hasta los 12/13 años en el deporte. Lo suyo costó, en su momento,
convencer a los organizadores para que no reprodujeran el modelo deportivo de
los adultos y segregaran a niñas y niños, desde el inicio de su actividad
deportiva. Tras los años de experiencia se ha ido consolidando la idea de
extender la participación conjunta hasta las edades de la adolescencia.
A los tradicionales prejuicios (determinismo físico, psicosocial…) es necesario
añadir, en esta etapa, la propia consideración social del sujeto. Los/as
adolescentes despiertan a la sociedad absorbiendo de repente todos sus valores
y contravalores. Los estereotipos de
género se encuentran muy marcados entre sus iguales, abandonan la práctica deportiva por múltiples
causas, entre las cuales destaca el abandono femenino. Un abandono que
en muchas ocasiones tiene que ver con la autoimagen, la motivación, aspectos
psicosociales que determinan la elección.
Por
ello, si se quiere conseguir una auténtica coeducación en el deporte escolar
no será suficiente con permitir la participación conjunta de ambos sexos
(aunque en un principio puede ayudar), sino que deberán adaptarse,
modificarse los juegos y deportes para facilitar el acceso de todos y todas.
Para
que se produzca el cambio será especialmente importante el papel que jueguen los/as entrenadores/as en la
motivación de los/as deportistas. Su
intervención docente ha de estar orientada a estimular la tarea sobre el
resultado, aplicando una metodología activa que permita el progreso
individualizado de los/as jóvenes deportistas. Estimular el trabajo diario, el
esfuerzo y la mejora personal, entre otras estrategias pedagógicas. En
definitiva, los entrenadores han de estar cualificados para poder
implementar un proceso educativo, aliado con la finalidad de conducir el
proceso de enseñanza hacia una verdadera y tan necesaria igualdad de
oportunidades.
El
deporte de competición todavía presenta ciertas barreras que
a menudo impiden el avance hacia la consecución de una plena igualdad entre
chicos y chicas. Estructurar la competición en categorías por edad y nivel,
no por sexo, en consonancia con el Sistema educativo (la escuela); Adaptar
los reglamentos a las características de los participantes, para que todos
y todas puedan jugar de forma normalizada y; desarrollar las estrategias
adecuadas para implementar estas acciones educativas en el contexto de la
competición escolar; Son directrices que pueden contribuir al objetivo de
conseguir un deporte escolar más coeducativo.
La participación conjunta de chicos y chicas en el deporte
escolar, puede ser el primer paso que inicie el camino hacia la igualdad en el
deporte. No obstante, será necesario acondicionar dicho camino para que el
tránsito sea fluido y natural.
Comentaris
Publica un comentari a l'entrada